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La inclusión es multidimensional y va más allá de lo cuantitativo del acceso

Cuando se habla de inclusión, como un concepto multidimensional, inmediatamente se está pensando en las diferentes dimensiones hacia donde se deben emprender acciones que, pensando en el reconocimiento organizacional, son los espacios que sirven de evidencia para decir que una institución es categorizada como inclusiva.

Pudiendo, esos espacios, para las prácticas inclusivas, referirse a ámbitos como: lo generacional -adultos mayores, jóvenes-; la perspectiva de género; lo territorial -urbano y rural- y para personas en situación de migración internacional; lo productivo y comercial considerando el tamaño de las empresas -MIPYME, empresas grandes y actores de la Economía Popular y Solidaria (EPS)-; la situación de discapacidad; lo financiero, entre otros.

 Ahora, claro, estos ámbitos, ya en la práctica de la inclusión interactúan, se combinan, con el propósito, como lo define la Real Academia Española, de lograr puntos de conexión entre personas; en definitiva, como se puede ver, el concepto inclusión tiene dos características clave: es sistémica -porque piensa en todas las partes que integran un todo- y, segundo, es humana -porque su preocupación se centra en cómo lograr que, en medio de la interacción, se mejore el bienestar de las personas-.

De ahí, citando a Amartya Sen -Premio Nobel de Economía 1998-, para mejorar las condiciones de vida de los seres humanos es importante desarrollar sus capacidades y, al mismo tiempo, crear oportunidades orientadas a generar las bases para el logro, en similares condiciones, del escenario de bienestar hacia donde todas las personas aspiran llegar a lo largo de sus vidas.

En este desafío, alrededor del cual gira la propuesta de Sen, es en donde se levanta la preocupación por la inclusión, ya que, cuando se piensa en cómo beneficiar de forma sincera y honesta a todos, independientemente, de su condición socioeconómica, política, cultural, racial o de ubicación geográfica; se están creando las condiciones para lograr un mundo más justo, solidario y equitativo.

Finalmente, yendo al campo directo de la inclusión focalizada al accionar financiero, se debe resaltar que, este tipo de inclusión, no son solamente cifras sobre cuántas personas reciben un servicio financiero; lo más importante es comprender el qué es, para qué sirve, por qué es importante y, luego si, cómo es llevada a la práctica la inclusión financiera; el gran problema es que muchas organizaciones solo se han focalizado en el cómo, omitiendo el paso previo que explica la razón de ser de la inclusión; de ahí que, muchos programas y proyectos del campo financiero, tienden a confundir al “incluir con bancarizar”; centrándose, como se señaló, principalmente, en el número de clientes que acceden a un producto; cuando, la verdadera inclusión, es aquella que además de interesarle esos números -detrás de los cuales están personas- se preocupa, sobre todo, por el cómo se llega a esos clientes para ayudarles a mejorar sus condiciones de vida; eso sí, considerando todas las buenas prácticas administrativas (BPA) que garanticen que la institución financiera cumpla, al unísono, con su rol social y con un buen desempeño que le permita sostenerse administrativa y financieramente en el tiempo.     

Dr. Wilson Araque Jaramillo, PhD

Presidente de la RFD